

Érase una vez en unas lejanas montañas cerca de Los Pirineos, habitaba un oso llamado Quevedo. Era un oso grande, fuerte e inteligente.


















Quevedo era un oso muy trabajador pero también muy avaricioso y se quedaba toda la comida para él, lo que hacía que nadie se acercara.





























Un día Quevedo paseaba por las montañas y se encontró con un tarro de miel.

















De repente, se encontró con Celestina, una pequeña osa, tímida, juguetona y muy glotona.





























Hola oso Quevedo, ¿puedes dejarme probar la miel?
No, la miel la he encontrado yo y es solo mía, no te la voy a dejar probar.


















Ohhhh, por favor Quevedo. aún no he comido hoy y tengo mucha hambre.
Lo siento Osa Celestina, pero no.







El oso Quevedo siguió paseando en busca de una cueva en la que refugiarse para pasar el invierno. Fueron pasando los días y el oso Quevedo seguía guardando comida para el invierno, pero seguía sin compartirla con nadie.












El invierno llegó, y con él las bajas temperaturas y el oso Quevedo ya estaba en su cueva listo para pasar los meses más fríos del año con mucha comida.














A pesar de tener tanta comida, Quevedo se sentía muy triste porque no tenía con quien compartirla. Entonces, se le acercó un murciélago muy pequeño y peludo, que también habitaba en la cueva llamado Cid. Este le dijo:


























Hola oso Quevedo, ¿Qué te pasa? Te noto muy triste aunque veo que tienes mucha comida en la cueva.
Hola Cid. Estoy triste porque a pesar de tener comida para pasar el invierno, me siento solo porque no tengo amigos y creo que he sido un egoísta cuando me he encontrado con Celestina, porque ella tenía mucha hambre y yo no le he dado miel.
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Érase una vez en unas lejanas montañas cerca de Los Pirineos, habitaba un oso llamado Quevedo. Era un oso grande, fuerte e inteligente.


















Quevedo era un oso muy trabajador pero también muy avaricioso y se quedaba toda la comida para él, lo que hacía que nadie se acercara.





























Un día Quevedo paseaba por las montañas y se encontró con un tarro de miel.

















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