de ojos, siempre y cuando se respeten
diferencias en ese lapso de tiempo”.
Fabián León Hernández
Vivir la niñez en estos tiempos es una proeza dantesca, ya que el acelerado ritmo social corre más a prisa que las estrechas relaciones humanas. Los colores de las familias palidecen y cada vez se reducen los lapsos de inocencia de las nuevas generaciones. Padres y madres desesperados quieren hacer de sus herederos las futuras promesas para generar cambios mundiales y se han convertido más que en ejemplo, en tutores desesperados con el afán de acabar con la alegría de la niñez para inculcar principios de responsabilidad y disciplina en una vida productiva.
Carlitos es un niño Asperger y no porque algún médico lo haya diagnosticado así, simplemente Carlitos activó una parte de su sistema cognitivo para no dejarse engañar de la frialdad del mundo. Aunque millones personas en el mundo creen que esta enfermedad es un trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de comunicarse, estoy convencido que Carlos sin un diagnóstico ha dado más sorpresas a la ciencia que millones de cartones de doctorados.
A sus cortos cinco años rompió el paradigma religioso más complejo de la historia, él al igual que millones de niños en el mundo, logró poner al comercial Papá Noel al lado dela virgen María, en medio de un cuadrúpedo de desproporcionales medidas, acompañado de un escenario de brusca nieve que tenía camellos, al mejor estilo de un cuadro surrealista donde todo es complejo. Pesebre le llaman.
De ahí Carlitos aprendió que había ciertas cosas de la historia que no coordinaban entre sí, pero que la sociedad las mezcla con facilidad. Pasados sus ocho años rompió otra leyenda mítica de la idiosincrasia latinoamericana, al descubrir que el Ratón Pérez de los dientes era su papá, que sigilosamente venía a dejar unas monedas debajo de su almohada mientras él dormía. Carlitos como cientos de niños en el mundo han vivido engañados por unos principios de costumbres basados en las mentiras. Aquellas que se han heredado de generación en generación y ponen en duda los principios de la física, la historia, la anatomía e inclusive la cronología.
Uno de los más grandes dilemas de la primaria fue entender cómo se extinguieron los dinosaurios, pero: ¿por qué no los pusieron en el arca grande de un tal NOÉ antes de un diluvio?
Ser niño es muy doloroso, un montón de gente de más edad que tú te hace sentir que lo que piensas no tienen sentido y que tus preguntas siempre terminan siendo algo muy básico. Estarán tan estancados los procesos educativos en el mundo, que aún después de muchos años todavía se enseñan primero las vocales, luego las consonantes, para luego armar frases, como si fuera este el único mecanismo para enseñar e impartir que se debe leer para ser alguien en la vida.
Cierto día Carlos, en sus jornadas deportivas se cuestionó porque no se podía meter a una piscina mientras estaba lloviendo, si precisamente su ideal en la piscina era mojarse. Su mami era una prominente secretaria, súper puntual, genialmente estilizada y firme creyente de que Carlitos sería uno de los primeros puestos académicos para deslumbrar a sus amigos.
Pero la vida es tan compleja como simple en su más mínima expresión y el niño Carlos a pesar de estar más de ocho horas en su colegio de primaria, de recibir clases de francés en las tardes, refuerzo de clase de piano y los domingos lectura dominical, sus resultados eran más promedio que el agua recién reposada.
Este niño fue detallando que ser el primero no era una buena estrategia, que, si se apegaba al resultado para conquistar los primeros lugares, perdería algunas cosas en el proceso, como por ejemplo volverlo a intentar.
Con valiente análisis el niño a sus diez años, había intentado de todo sin ser destacado en nada. Angélica, su mamá, comenzaba por desesperarse al ver que ni en los deportes, ni en las calles del colegio, ni mucho menos en las lenguas extranjeras este niño tuviera la capacidad de sobresalir.
Angustiada por no cumplir el motor social de crear un niño para graduar en la universidad, que consiguiera un trabajo estable y fuera el ejemplo de la familia, decidió llamar al orden al desprevenido padre de Carlos, el bien llamado Igor, quien tenía una vida un tanto más sedentaria que las marmotas y cuyas asesorías digitales en publicidad daban para mantener algunos gastos de su casa. Era la hora de que Igor incrementara su trabajo, no podía seguir estancado mientras el niño crecía sin rumbo fijo.
La decisión familiar estaba tomada, se vendería el carro para poder ingresar a Carlos a una institución privada de calidad, atrás quedarían esas instituciones gubernamentales que no le estaban haciendo un seguimiento detallado al niño. Angélica, su joven madre ya había consultado con todas las amigas cual sería el mejor instituto privado que potenciaría al máximo el talante de este niño aún no descubierto.
Comenzarían por suprimir los video juegos, luego plantearían parámetros de responsabilidad más elevados. Tendría que ser muy organizado con sus juguetes en el cuarto y debería dedicar mínimo dos horas de lectura a la literatura clásica. Así y solo así podría tener algunas características de ese colegio privado.
Hubiese sido bueno en aquel entonces preguntarle al niño si esa idea le llamaba en algo la atención, pues el comportamiento del menor jamás reportó emociones positivas hacia alguno de todos estos intentos de aprendizaje.
El carro se vendió con éxito y la entrada al fastuoso Colegio de la calle Libertadores con Guaimaral fue un hecho, Angélica se sentía mejor que nunca, ella sabía que ese chaleco a cuadros y esa camisa almidonada eran los principios de un hombre de bien.
Pero los pasos de Angélica eran unos y los de su hijo eran otros, aunque sin duda alguna los de su doméstico padre superaban las expectativas normales.
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de ojos, siempre y cuando se respeten
diferencias en ese lapso de tiempo”.
Fabián León Hernández
Vivir la niñez en estos tiempos es una proeza dantesca, ya que el acelerado ritmo social corre más a prisa que las estrechas relaciones humanas. Los colores de las familias palidecen y cada vez se reducen los lapsos de inocencia de las nuevas generaciones. Padres y madres desesperados quieren hacer de sus herederos las futuras promesas para generar cambios mundiales y se han convertido más que en ejemplo, en tutores desesperados con el afán de acabar con la alegría de la niñez para inculcar principios de responsabilidad y disciplina en una vida productiva.
Carlitos es un niño Asperger y no porque algún médico lo haya diagnosticado así, simplemente Carlitos activó una parte de su sistema cognitivo para no dejarse engañar de la frialdad del mundo. Aunque millones personas en el mundo creen que esta enfermedad es un trastorno del comportamiento que afecta la capacidad de comunicarse, estoy convencido que Carlos sin un diagnóstico ha dado más sorpresas a la ciencia que millones de cartones de doctorados.
A sus cortos cinco años rompió el paradigma religioso más complejo de la historia, él al igual que millones de niños en el mundo, logró poner al comercial Papá Noel al lado dela virgen María, en medio de un cuadrúpedo de desproporcionales medidas, acompañado de un escenario de brusca nieve que tenía camellos, al mejor estilo de un cuadro surrealista donde todo es complejo. Pesebre le llaman.
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