Había una vez un gato llamado Miso. Miso vivía en una casa con jardín cerca de un bosque.

¡Miau!

Miso era muy travieso y curioso. Lo que más le gustaba era explorar. 

 Cuando Miso jugaba en el jardín de la casa le encantaba escuchar  los sonidos de su alrededor.

¡Pío, pío, pío!

Bzzz...

Cri, cri

  Un día, escuchó unos ruidos que llamaron su atención.

Cua, cua... Cua,  cua...

Croac, croac...

Pero como no sabía qué era, recordó que 

los sabios del pueblo decían que, en lo más profundo del bosque, se escondía ...

Un jardín encantado      lleno de tesoros. 

¡Miso no podía resistirse a la tentación! 

Así que, con su cola en alto y sus bigotes temblando de emoción...

 ...y se adentró en el bosque.

 ¡Piun!

Dio un gran salto a la valla del jardín...

Mientras avanzaba entre los árboles, escuchó a Lola.

¡Miso!  ¿A dónde vas?

            ¡¡Vuelve!! 

¡El bosque es peligroso!

    Pero Miso no tenía miedo y siguió adelante.

Después de un rato caminando, 

Miso llegó a una parte del bosque que no había visto nunca. 

Y allí, entre las hojas verdes y las aromáticas flores, encontró una puerta mágica. 

Era una puerta pequeñita y parecía antigua, algo que le resultó muy interesante a Miso.

¡¿ Miau ?!

Con un salto ágil, Miso empujó la puerta y de un golpe entró en el jardín encantado.

¡¡Pam!!

Lo que vio lo dejó sin aliento: había árboles con frutas que parecían caramelos y mariposas de todos los colores revoloteando.